Imagen de la edición original de la Editorial Bruguera de 1970
Fuente: https://www.libros-antiguos-alcana.com/ ... ich-511035
Imagen de la edición de Inédita de 2007
Fuente: http://jordirubio.com/es/id-23075.html
Título: El deber de un soldado
Título original: Soldatski dolc
Autor: Konstantin K Rokossovsky
Traducción: Angel C. Tomás
Editorial: Inédita
Año de edición: 2007
ISBN: 9788496364905
Páginas: 404
Tamaño: 16 x 23,5 cm
Precio Euros: 19,50 (Segunda Mano) == 6,00 Euros en Librerías de Oportunidad
Encuadernación: Tapa Dura
Sinopsis
Quizás injustamente en un segundo plano debido a la relevancia adquirida por el mariscal Zhukov, el marical Rokossovski podría considerarse uno de los grandes militares soviéticos en la guerra contra la Alemania de Hitler. Su presencia en los puntos más calientes del frente a lo largo de toda la guerra, confiere a sus memorias una extraordinaria importancia a la hora de aclarar la visión global de unas operaciones militares que muy probablemente decidieron el curso del conflicto.
De la mano de esta obra asistimos a la Batalla de Smolensko, la defensa de Moscú, el cerco de Stalingrado, la Batalla de Kursk, la carrera hacia Kiev, la devastadora operación Bagration, la trágica Batalla de Varsovia, en la que Rokossovski fue testigo de excepción y uno de los protagonistas, y finalmente la caída de Berlín
Escritas en un lenguaje directo, al estilo de los grandes militares, las memorias de este gran mariscal soviético adquieren una extraordinaria importancia a la hora de aclarar la visión global de unas operaciones militares que muy probablemente decidieron el curso del conflicto. Además, nos permiten acceder al entorno más cercano a Stalin ofreciéndonos un magnífico testimonio sobre el Zar Rojo, su círculo de poder y los inicios de la Guerra Fría
Sobre el autor
Konstantin Konstantinovich Rokossovski (1896- 1968). Mariscal de la Unión Soviética. De origen polaco, al estallar la Primera Guerra Mundial se alistó en el Ejército ruso, sirviendo como suboficial en un regimiento de dragones. En 1918 se afilió al Partido Bolchevique y se unió al Ejército Rojo. Durante la Guerra Civil alcanzó el rango de comandante y recibió la máxima condecoración bolchevique, la Orden de la Bandera Roja. Al terminar la Guerra Civil paso por la Academia Militar Frunze y durante la década de 1920 estuvo destinado en Mongolia.
Defensor a ultranza del papel de las nuevas fuerzas blindadas, propugnó durante la década de 1930 la creación de grandes unidades de tanques, chocando con generales de caballería curtidos en la Guerra Civil, como Budenny. En 1937, durante la Gran Purga de Stalin, fue acusado de tener contacto con cuerpos de inteligencia extranjeros. Estuvo en un campo de trabajos forzados hasta 1940, cuando, ante la inminencia de un ataque alemán fue liberado, asignándosele el mando de la Región Militar de Kiev.
En julio de 1941 fue nombrado comandante del 16º Ejército y durante el invierno de ese año participó en la defensa de Moscú, a las órdenes de Zhukov. El verano de 1942 fue enviado al Frente de Briansk, en el flanco derecho de las fuerzas soviéticas que se retiraban hacia Stalingrado. Durante la batalla por esta última ciudad estuvo al mando del Frente del Don, liderando la pinza norte en el contraataque que cerco al 6º Ejército alemán.
En 1943 quedó al mando del Frente Central, librando la Batalla de Kursk y avanzando posteriormente hasta Kiev. Transferido al mando del Primer Frente Bielorruso, tuvo un papel importante en la Operación Bagration, en la que el Grupo Centro alemán fue aniquilado.
Ya con el grado de mariscal, tuvo un importante papel en el trágico alzamiento de Varsovia, manteniendo sus posiciones en la orilla del Vístula sin dar ningún apoyo a las fuerzas polacas seguidoras del gobierno establecido en Londres, hasta la aniquilación de estas últimas. En enero de 1945, inició el avance con su Segundo Frente Bielorruso por el norte de Polonia alcanzando el Oder y en abril de 1945 contactó con las fuerzas británicas del mariscal Montgomery.
Al finalizar la guerra estuvo al mando de las fuerzas soviéticas de ocupación en Alemania y Polonia. En la década de 1950 ostentaría los cargos de viceprimerministro y de ministro de Defensa de Polonia, destacándose por la represión de toda actividad antisoviética. Con la llegada de Gomulka al poder de Polonia,Jrusnchov ordenó su regreso a la Unión Soviética, siendo nombrado ministro de Defensa.
Más sobre el Mariscal Rokossovsky
http://es.wikipedia.org/wiki/Konstant%C ... okossovski
Comentario personal
He de confesar que, a priori, la lectura de “El deber de un soldado” no me atraía especialmente. Pero dado que hay que leer de todo, y desde todos los puntos de vista, finalmente opté por comenzarla.
He leído pocos autores rusos. Ya en su momento reseñé “De los vivos y los muertos”, de Konstantin Simonov (http://zweiterweltkrieg.org/phpBB2/viewtopic.php?f=77&t=6680&p=88454), obra en la que novela sus experiencias como corresponsal de guerra y que si bien no me resultó redonda del todo, no me desagradó. Y una cosa así es lo que me esperaba con las memorias de Rokossovski. Nada más lejos de mis expectativas.
A priori ha de reconocérsele que tiene su elemento de valor al contar la guerra en el frente del Este desde el punto de vista de uno de los generales soviéticos más destacados, con una amplia experiencia militar y bélica. Pero ese mérito se difumina fundamentalmente por dos razones.
La primera de ellas, y no la más importante, es la densidad en el estilo de escritura. Me ha costado más de tres meses leerme las cuatrocientas páginas de la obra. No se trata de un estilo rebuscado ni ampuloso, sino que se cuentan las cosas de tal manera que se hacen pesadas y aburridas. La enumeración de generales, unidades, brigadas, ejércitos… se hace tediosa, y más cuando se producen cambios en la composición de las grandes unidades de forma más o menos habitual, unido a la configuración general del Ejército Rojo, diferente a la que estamos acostumbrados, y en el que las unidades se encuentran “un escalón por debajo” de aquéllas que normalmente conocemos. Así, una División soviética viene a coincidir con una Brigada alemana o americana, y así sucesivamente, con lo cual, y acostumbrados como estamos a la literatura de este antiguo lado del Telón de Acero, resulta a veces difícil entender bien qué hacen las distintas unidades y cómo se componen cuerpos de ejército, ejércitos, frentes. Y más si a este hecho le unimos la carencia absoluta de mapas o gráficos explicativos que permitan seguir con cierto detalle el desarrollo de los acontecimientos, y que obliga a acudir a otras fuentes para poder tener una idea más o menos clara de los mismos.
La segunda de ellas es la propaganda continuada acerca de las bondades y logros del sistema comunista y la excelencia del Partido en todo lo relacionado con la dirección de la guerra y la consecución de la victoria. Incluso en los peores momentos del Ejército Rojo, con la Wehrmacht avanzando a paso de carga por la estepa rusa camino de Moscú, los hombres son valientes y esforzados, las decisiones tienden a ser acertadas, la coordinación es casi perfecta, es la “fuerza brutal de los fascistas” lo que hace que la situación sea así, y tan sólo consigue detenerlos el ímprobo y heroico esfuerzo de soldados y trabajadores, animados por los comisarios y miembros de Partido.
Ha de tenerse en cuenta que se trata de un libro escrito en 1969, en plena Guerra Fría, y que consecuentemente no puede desligarse de la carga ideológica del régimen soviético, pero la reiteración en alabanzas y parabienes resulta bastante cansina y suena a hueco, reduciendo el mérito real del ejército soviético, pues acaba dando la impresión que tan sólo se trata de un ejercicio de propaganda política más que una descripción histórica de los acontecimientos vividos por Rokossovski en la Segunda Guerra Mundial.
Algunos ejemplos de lo que comento podemos encontrarlos a continuación. Para comenzar, el balance sobre la actuación del Primer Frente de Bielorrusia en la Operación Bagration (páginas 300-301)
El Primer Frente de Bielorrusia hizo su aportación a esta gran causa.
El éxito de nuestras tropas en la operación de Bielorrusia, según mi opinión, se explica en gran medida porque el cuartel general del mando supremo eligió el momento oportuno. El mando soviético, en cuyas manos se encontraba por completo la iniciativa estratégica, supo preparar multilateralmente la operación y asegurar la estrecha cooperación de los cuatro frentes.
Gracias a los heroicos esfuerzos del pueblo soviético, dirigido por el Partido Comunista, para el comienzo de la operación y durante el transcurso de la misma el frente recibió en cantidad suficiente armamento, municiones, víveres y todo el material de guerra necesario.
Al ser llevada a la práctica la directiva del cuartel general, el mando y el estado mayor del frente, juntamente con los jefes de armas y servicios y la participación de los jefes de ejército, elaboraron un plan detallado de la inminente operación, determinaron la dirección de los golpes principales y plantearon las misiones concretas a cada una de las grandes unidades.
Teniendo en cuenta las dificultades excepcionales de un terreno forestal y pantanoso, en el que debían operar las tropas, se realizaron grandes obras de ingeniería y se tendieron las comunicaciones necesarias.
El servicio de retaguardia supo trasladar a su debido tiempo cuanto necesitaba el frente y crear las reservas necesarias de material de guerra, armamento, municiones y víveres. En el curso de la ofensiva, especialmente durante la primera etapa de la operación, no sufrimos interrupciones en el abastecimiento.
En el curso de la operación estuvo bien organizado el enlace entre el estado mayor del frente y los jefes de los ejércitos y las unidades, que se llevó a efecto en una estrecha cooperación.
Los jefes de los ejércitos demostraron poseer un alto nivel en el arte operativo y emplearon ampliamente la maniobra para el cerco de las grandes agrupaciones del enemigo.
Los comandantes de todos los grados, que habían adquirido experiencia en las pasadas batallas, dirigieron con habilidad a las tropas.
El éxito de la operación se lo debemos a la creciente maestría, al excepcional valor, a la resistencia y al heroísmo de todos nuestros soldados. Combatiendo en las condiciones de unos terrenos poco practicables, fueron temerarios e infatigables; no los pudieron detener el fuego enemigo, ni los pantanos, ni los innumerables ríos y riachuelos. Además, las unidades de zapadores e ingenieros demostraron su gran habilidad y preparación.
Los órganos políticos, las organizaciones del partido y del komsomol supieron unir a todos los comunistas y exaltar a las tropas a superar todas las dificultades.
Es imposible silenciar la circunstancia de que, durante el transcurso de la operación de Bielorrusia, el cuartel general prestó gran atención a nuestras proposiciones y solicitudes y apoyó cualquier iniciativa de provecho.
Todo esto, en su conjunto, contribuyó al éxito de la operación.
A continuación, una descripción de la preparación de la ofensiva del Vístula-Oder por el Segundo Frente Bielorruso (páginas 323-325):
Al preparar a las tropas para la ofensiva tuvimos presente las particularidades de la próxima operación. Se nos dio tiempo suficiente para la elaboración minuciosa del plan en el que participó el grupo de oficiales del estado mayor y el mando del frente, después los jefes de ejército, los jefes de sus estados mayores, los dirigentes de los órganos políticos, los jefes de todas las armas y de las retaguardias y servicios. Se tuvieron en cuenta las opiniones y proposiciones de interés. Una atención especial se prestó a los problemas de la cooperación en los enlaces de los ejércitos y la seguridad al introducir en el combate las grandes unidades móviles del frente y los segundos escalones. Se previó la maniobra a lo largo del frente con tropas y artillería y se pensó detalladamente cómo emplear mejor la aviación.
En el transcurso de los combates debíamos forzar el Vístula, un obstáculo de agua muy ancho. Se tomaron las medidas para, inmediatamente después de romper la defensa enemiga en el Narew, retirar de aquí todos los medios móviles de paso y trasladarlos con las tropas en ofensiva al Vístula. En el Narew se indicaba dejar sólo los puentes de madera fijos, construidos por nuestros zapadores en las cabezas de puente. Se preveía equipar a las tropas, como en la ofensiva de Bielorrusia, con todos los medios que pudiesen facilitar el avance por un terreno forestal y cenagoso. Por suerte, casi todas las grandes unidades pasaron por los combates de Polésie y tenían suficiente experiencia de operar en parecidas condiciones.
Los soldados, comandantes y adjuntos políticos estaban embargados por el entusiasmo y ardían en deseos de cumplir lo mejor posible la misión. Para este tiempo disponíamos de oficiales bien preparados, que poseían rica experiencia de combate. Los comandantes de todas las armas habían aprendido a dirigir a la perfección las secciones y las pequeñas y grandes unidades en los diferentes aspectos del combate. También estaban a la altura de la situación los comandantes de las tropas especializadas: artilleros, tanquistas, aviadores, Ingenieros y transmisiones. El pueblo soviético equipaba a las tropas con la cantidad suficiente del mejor material de guerra de aquel tiempo. La mayoría aplastante de sargentos y soldados ya eran veteranos en los combates, gente, como suele decirse, que «había olido la pólvora», fogueados, acostumbrados a las penosas marchas. Ahora les dominaba un solo deseo: acabar lo antes posible con el enemigo.
No les desconcertaban ni el peligro ni las dificultades, pero nosotros teníamos la obligación de pensar cómo proteger a estos magníficos hombres. Es triste y amargo perder soldados al comienzo de la guerra. Pero es tres veces más triste y amargo perderlos en el umbral de la victoria, perder unos héroes que han pasado a través de horribles experiencias, que han marchado bajo el fuego miles de kilómetros y durante tres años y medio han arriesgado la vida para con sus manos conquistar la paz para su querido país... Los comandantes y adjuntos políticos recibieron una orden categórica: ¡conseguir el cumplimiento de las misiones con las mínimas pérdidas y conservar cada soldado!
Los Consejos Militares del frente y de los ejércitos, las organizaciones políticas, el partido y el konsomol hicieron cuanto de ellos dependía para elevar aún más la moral combativa de los hombres y exaltarles a llevar a cabo grandes hazañas. Al prestar gran importancia en el combate a la iniciativa personal tratamos de hacer patrimonio de cada soldado los ejemplos de ingenio y sagacidad de los héroes de las pasadas batallas. El periódico del frente, las octavillas y las charlas de los agitadores se emplearon para la más amplia difusión de la experiencia en el combate, y es preciso decir sin ambages que, durante los últimos y culminantes combates, nuestros hombres dieron pruebas de auténtico heroísmo en masa. La hazaña se hizo norma en su comportamiento. Y esto fue un factor decisivo para alcanzar la victoria, glorificando por los siglos de los siglos al soldado soviético, al soldado-patriota, que amaba sin límites a su pueblo y a su patria soviética.
Como antes, se notaba insuficiencia de hombres tanto en las pequeñas como en las grandes unidades. Estaban más o menos completas aquellas que llegaron de la reserva del cuartel general: los ejércitos 2.° de Choque y 49º y 5º de Tanques. Los demás ejércitos y algunas grandes unidades se completaban, en lo fundamental, con soldados y oficiales que volvían después de curarse en los hospitales del frente y de los batallones de sanidad. En efecto, nuestros médicos eran unos héroes de la Medicina. Hicieron cuanto dependía de ellos para poner en pie a los heridos y darles la posibilidad de volver de nuevo a filas. ¡La más profunda reverencia por su preocupación y bondad!
En relación a la entrada del Ejército Rojo en Alemania, las palabras de Rokossovsky hablan por sí mismas (páginas 343-344 y 397):
Mucho antes de entrar en el territorio de la Alemania fascista examinamos en el Consejo Militar la cuestión sobre el comportamiento de nuestros hombres en tierra alemana. Los invasores hitlerianos trajeron tanto dolor al pueblo soviético, cometieron tantos crímenes horrorosos que el corazón de nuestros soldados rebosaba de justo odio hacia estos monstruos. Pero no se podía permitir que se diese rienda suelta al legítimo odio hacia el enemigo en una venganza ciega respecto a todo el pueblo alemán. Combatíamos contra el ejército hitleriano, pero no contra la población pacífica de Alemania.
Y cuando nuestras tropas pasaron la frontera de Alemania, el Consejo Militar del Frente publicó una orden en la que se felicitaba a los soldados y oficiales con motivo de este significativo acontecimiento y también recordaba que entrábamos en Alemania como soldados liberadores. El Ejército rojo había llegado hasta aquí para ayudar al pueblo alemán y librarle de la camarilla fascista y del narcótico con que envenenaba a la gente.
El Consejo Militar exhortó a los combatientes y comandantes a observar un comportamiento ejemplar y llevar muy alto el honor del soldado soviético.
Los comandantes y adjuntos políticos, todo el activo partido del konsomol explicaron incansablemente a los soldados la esencia de la misión liberadora del ejército del Estado soviético, su responsabilidad por el destino de Alemania, como también por el destino de los demás países que liberaríamos del yugo fascista.
Es necesario decir que nuestros hombres en tierra alemana dieron auténticas pruebas de humanidad y nobleza
(…)
Estábamos en Alemania. Nos rodeaban las esposas y los hijos, los padres y las madres de aquellos soldados que aún ayer marchaban contra nosotros con las armas en la mano. Hacía muy poco que esta gente huía embargada por el pánico al oír hablar de la aproximación de las tropas soviéticas. Ahora nadie huía.
Era suficiente que las tropas se detuviesen a vivaquear para que, alrededor de las cocinas de campaña de los soldados, se aglomerasen los hambrientos niños alemanes. Luego también se aproximaban las personas mayores. Sabían que los soldados compartirían con ellos todo cuanto tenían, lo compartirían con la generosidad rusa y la bondad de la gente que ha sufrido mucho y ha aprendido a comprender y valorar la vida.
Para terminar, la cuanto menos pintoresca descripción del encuentro entre las tropas soviéticas y británicas, en el que queda clara la superioridad en asuntos lúdicos del pueblo ruso (páginas 401-403):
El jefe del 3er Cuerpo de Ejército de Tanques de la Guardia, general A. P. Panfílov, el primero que tomó contacto con las tropas británicas, me entregó una invitación del mariscal de campo Montgomery. Al día siguiente un grupo de generales, oficiales y yo, partimos para Wismar. Antes de entrar en la ciudad nos recibieron los oficiales británicos con uniforme corriente de campaña, sólo que sin cascos, con boinas. Después de una breve ceremonia oficial nos acompañaron a la residencia de su jefe. Se notaba que los ingleses trataban de conceder al encuentro la mayor cordialidad posible, nosotros respondimos de igual modo.
He aquí el mariscal de campo Montgomery. Intercambiamos fuertes apretones de manos y felicitaciones con motivo de la victoria. Los ingleses cumplieron rigurosamente el ritual, retumbó una salva de artillería y se quedaron inmóviles las filas de la guardia de honor. Después de la ceremonia se entabló una animada conversación; los generales y oficiales británicos y los nuestros, tomaron parte en una conversación general que se mantenía con ayuda de los intérpretes y sin ellos. Montgomery se sentía a gusto; por lo visto se le contagió el estado de ánimo general.
Por supuesto, la entrevista no transcurrió sin fotógrafos, dibujantes y corresponsales, yo diría que demasiados. Mas quizá no había por qué sorprenderse, era el primer encuentro de los jefes militares de dos ejércitos aliados después de una guerra sangrienta de cuatro años contra el enemigo común: la Alemania fascista.
Una vez que todos nos presentamos unos a otros, el mariscal de campo nos invitó a una sala. Sobre las mesas había un piscolabis, pero no estábamos para esto; la gente, como antes, estaba absorbida por la conversación.
Al mariscal de campo y a mí nos fotografiaron cerca del mapa, colgado de la pared. Todos se fotografiaron unos con otros, solos y en grupos.
El encuentro fue cordial y nos dejó una buena impresión. Los oficiales británicos y el mismo Montgomery, resultaron ser en realidad más sencillos y comunicativos de lo que nos imaginábamos. Nos despedimos calurosamente y nos acompañaron los mismos oficiales, mandados por el general Bowis, comandante de una división de paracaidistas.
A la amabilidad respondimos con otra amabilidad e invitamos al mariscal de campo Montgomery y sus colaboradores. Se decidió llevar a efecto la recepción de acuerdo con la hospitalidad rusa.
En la guardia de honor formaron los cosacos del Kubán del 3er Cuerpo de Ejército de Caballería, mandado por Oslikovski, en formación a caballo con el uniforme completo de cosacos, que causaron a Montgomery y sus oficiales una gran impresión. Los ingleses acompañaron con miradas de admiración durante mucho tiempo a la bizarra caballería que se alejaba. Después de la ceremonia del recibimiento, los huéspedes fueron invitados a una gran sala, donde con habilidad y gusto se sirvió la comida. Sentados ante una mesa abundante (en la recepción inglesa tuvimos que charlar de pie), nuestros invitados se sintieron aún mucho mejor. La conversación adquirió carácter de intimidad y el mismo Montgomery, que al comienzo trataba de modo muy delicado de limitar el tiempo de su visita, dejó de consultar el reloj y de buen grado entró en la conversación general.
Como final, el conjunto de coros y danzas del frente dio un concierto. Y es justo decir que el nuestro era magnífico. Con esto cautivamos definitivamente a los británicos. Aprobaban cada número con ovaciones tan frenéticas que temblaban las paredes. Montgomery durante mucho tiempo no pudo encontrar palabras para expresar su admiración y entusiasmo.
Ya entrada la noche el mariscal de campo y sus oficiales se despidieron calurosamente.
Este encuentro conservó por mucho tiempo en nosotros el sentimiento de seguridad de que la gente de distintos Gobiernos, que hablan diferentes idiomas e incluso con diferente ideología, si lo desean pueden vivir en amistad, respetándose mutuamente.
Nuestros soldados estaban embargados por el júbilo, contemplaba sus rostros entusiasmados y me alegraba con ellos.
Resumiendo, una obra biográfica a la que hay que acercarse con cierto espíritu crítico y una dosis apreciable de paciencia, por todas las causas que he expuesto más arriba, y alguna que otra más que podéis encontrar en la reseña que adjunto a continuación.
Reseñas
http://www.hislibris.com/el-deber-de-un ... kossovsky/
Fuentes
http://www.casadellibro.com/libro-el-de ... 05/1145885
http://www.distriforma.es/Libro-DEBER-D ... 96364-90-5
Quizás injustamente en un segundo plano debido a la relevancia adquirida por el mariscal Zhukov, el marical Rokossovski podría considerarse uno de los grandes militares soviéticos en la guerra contra la Alemania de Hitler. Su presencia en los puntos más calientes del frente a lo largo de toda la guerra, confiere a sus memorias una extraordinaria importancia a la hora de aclarar la visión global de unas operaciones militares que muy probablemente decidieron el curso del conflicto.
De la mano de esta obra asistimos a la Batalla de Smolensko, la defensa de Moscú, el cerco de Stalingrado, la Batalla de Kursk, la carrera hacia Kiev, la devastadora operación Bagration, la trágica Batalla de Varsovia, en la que Rokossovski fue testigo de excepción y uno de los protagonistas, y finalmente la caída de Berlín
Escritas en un lenguaje directo, al estilo de los grandes militares, las memorias de este gran mariscal soviético adquieren una extraordinaria importancia a la hora de aclarar la visión global de unas operaciones militares que muy probablemente decidieron el curso del conflicto. Además, nos permiten acceder al entorno más cercano a Stalin ofreciéndonos un magnífico testimonio sobre el Zar Rojo, su círculo de poder y los inicios de la Guerra Fría
Sobre el autor
Konstantin Konstantinovich Rokossovski (1896- 1968). Mariscal de la Unión Soviética. De origen polaco, al estallar la Primera Guerra Mundial se alistó en el Ejército ruso, sirviendo como suboficial en un regimiento de dragones. En 1918 se afilió al Partido Bolchevique y se unió al Ejército Rojo. Durante la Guerra Civil alcanzó el rango de comandante y recibió la máxima condecoración bolchevique, la Orden de la Bandera Roja. Al terminar la Guerra Civil paso por la Academia Militar Frunze y durante la década de 1920 estuvo destinado en Mongolia.
Defensor a ultranza del papel de las nuevas fuerzas blindadas, propugnó durante la década de 1930 la creación de grandes unidades de tanques, chocando con generales de caballería curtidos en la Guerra Civil, como Budenny. En 1937, durante la Gran Purga de Stalin, fue acusado de tener contacto con cuerpos de inteligencia extranjeros. Estuvo en un campo de trabajos forzados hasta 1940, cuando, ante la inminencia de un ataque alemán fue liberado, asignándosele el mando de la Región Militar de Kiev.
En julio de 1941 fue nombrado comandante del 16º Ejército y durante el invierno de ese año participó en la defensa de Moscú, a las órdenes de Zhukov. El verano de 1942 fue enviado al Frente de Briansk, en el flanco derecho de las fuerzas soviéticas que se retiraban hacia Stalingrado. Durante la batalla por esta última ciudad estuvo al mando del Frente del Don, liderando la pinza norte en el contraataque que cerco al 6º Ejército alemán.
En 1943 quedó al mando del Frente Central, librando la Batalla de Kursk y avanzando posteriormente hasta Kiev. Transferido al mando del Primer Frente Bielorruso, tuvo un papel importante en la Operación Bagration, en la que el Grupo Centro alemán fue aniquilado.
Ya con el grado de mariscal, tuvo un importante papel en el trágico alzamiento de Varsovia, manteniendo sus posiciones en la orilla del Vístula sin dar ningún apoyo a las fuerzas polacas seguidoras del gobierno establecido en Londres, hasta la aniquilación de estas últimas. En enero de 1945, inició el avance con su Segundo Frente Bielorruso por el norte de Polonia alcanzando el Oder y en abril de 1945 contactó con las fuerzas británicas del mariscal Montgomery.
Al finalizar la guerra estuvo al mando de las fuerzas soviéticas de ocupación en Alemania y Polonia. En la década de 1950 ostentaría los cargos de viceprimerministro y de ministro de Defensa de Polonia, destacándose por la represión de toda actividad antisoviética. Con la llegada de Gomulka al poder de Polonia,Jrusnchov ordenó su regreso a la Unión Soviética, siendo nombrado ministro de Defensa.
Más sobre el Mariscal Rokossovsky
http://es.wikipedia.org/wiki/Konstant%C ... okossovski
Comentario personal
He de confesar que, a priori, la lectura de “El deber de un soldado” no me atraía especialmente. Pero dado que hay que leer de todo, y desde todos los puntos de vista, finalmente opté por comenzarla.
He leído pocos autores rusos. Ya en su momento reseñé “De los vivos y los muertos”, de Konstantin Simonov (http://zweiterweltkrieg.org/phpBB2/viewtopic.php?f=77&t=6680&p=88454), obra en la que novela sus experiencias como corresponsal de guerra y que si bien no me resultó redonda del todo, no me desagradó. Y una cosa así es lo que me esperaba con las memorias de Rokossovski. Nada más lejos de mis expectativas.
A priori ha de reconocérsele que tiene su elemento de valor al contar la guerra en el frente del Este desde el punto de vista de uno de los generales soviéticos más destacados, con una amplia experiencia militar y bélica. Pero ese mérito se difumina fundamentalmente por dos razones.
La primera de ellas, y no la más importante, es la densidad en el estilo de escritura. Me ha costado más de tres meses leerme las cuatrocientas páginas de la obra. No se trata de un estilo rebuscado ni ampuloso, sino que se cuentan las cosas de tal manera que se hacen pesadas y aburridas. La enumeración de generales, unidades, brigadas, ejércitos… se hace tediosa, y más cuando se producen cambios en la composición de las grandes unidades de forma más o menos habitual, unido a la configuración general del Ejército Rojo, diferente a la que estamos acostumbrados, y en el que las unidades se encuentran “un escalón por debajo” de aquéllas que normalmente conocemos. Así, una División soviética viene a coincidir con una Brigada alemana o americana, y así sucesivamente, con lo cual, y acostumbrados como estamos a la literatura de este antiguo lado del Telón de Acero, resulta a veces difícil entender bien qué hacen las distintas unidades y cómo se componen cuerpos de ejército, ejércitos, frentes. Y más si a este hecho le unimos la carencia absoluta de mapas o gráficos explicativos que permitan seguir con cierto detalle el desarrollo de los acontecimientos, y que obliga a acudir a otras fuentes para poder tener una idea más o menos clara de los mismos.
La segunda de ellas es la propaganda continuada acerca de las bondades y logros del sistema comunista y la excelencia del Partido en todo lo relacionado con la dirección de la guerra y la consecución de la victoria. Incluso en los peores momentos del Ejército Rojo, con la Wehrmacht avanzando a paso de carga por la estepa rusa camino de Moscú, los hombres son valientes y esforzados, las decisiones tienden a ser acertadas, la coordinación es casi perfecta, es la “fuerza brutal de los fascistas” lo que hace que la situación sea así, y tan sólo consigue detenerlos el ímprobo y heroico esfuerzo de soldados y trabajadores, animados por los comisarios y miembros de Partido.
Ha de tenerse en cuenta que se trata de un libro escrito en 1969, en plena Guerra Fría, y que consecuentemente no puede desligarse de la carga ideológica del régimen soviético, pero la reiteración en alabanzas y parabienes resulta bastante cansina y suena a hueco, reduciendo el mérito real del ejército soviético, pues acaba dando la impresión que tan sólo se trata de un ejercicio de propaganda política más que una descripción histórica de los acontecimientos vividos por Rokossovski en la Segunda Guerra Mundial.
Algunos ejemplos de lo que comento podemos encontrarlos a continuación. Para comenzar, el balance sobre la actuación del Primer Frente de Bielorrusia en la Operación Bagration (páginas 300-301)
El Primer Frente de Bielorrusia hizo su aportación a esta gran causa.
El éxito de nuestras tropas en la operación de Bielorrusia, según mi opinión, se explica en gran medida porque el cuartel general del mando supremo eligió el momento oportuno. El mando soviético, en cuyas manos se encontraba por completo la iniciativa estratégica, supo preparar multilateralmente la operación y asegurar la estrecha cooperación de los cuatro frentes.
Gracias a los heroicos esfuerzos del pueblo soviético, dirigido por el Partido Comunista, para el comienzo de la operación y durante el transcurso de la misma el frente recibió en cantidad suficiente armamento, municiones, víveres y todo el material de guerra necesario.
Al ser llevada a la práctica la directiva del cuartel general, el mando y el estado mayor del frente, juntamente con los jefes de armas y servicios y la participación de los jefes de ejército, elaboraron un plan detallado de la inminente operación, determinaron la dirección de los golpes principales y plantearon las misiones concretas a cada una de las grandes unidades.
Teniendo en cuenta las dificultades excepcionales de un terreno forestal y pantanoso, en el que debían operar las tropas, se realizaron grandes obras de ingeniería y se tendieron las comunicaciones necesarias.
El servicio de retaguardia supo trasladar a su debido tiempo cuanto necesitaba el frente y crear las reservas necesarias de material de guerra, armamento, municiones y víveres. En el curso de la ofensiva, especialmente durante la primera etapa de la operación, no sufrimos interrupciones en el abastecimiento.
En el curso de la operación estuvo bien organizado el enlace entre el estado mayor del frente y los jefes de los ejércitos y las unidades, que se llevó a efecto en una estrecha cooperación.
Los jefes de los ejércitos demostraron poseer un alto nivel en el arte operativo y emplearon ampliamente la maniobra para el cerco de las grandes agrupaciones del enemigo.
Los comandantes de todos los grados, que habían adquirido experiencia en las pasadas batallas, dirigieron con habilidad a las tropas.
El éxito de la operación se lo debemos a la creciente maestría, al excepcional valor, a la resistencia y al heroísmo de todos nuestros soldados. Combatiendo en las condiciones de unos terrenos poco practicables, fueron temerarios e infatigables; no los pudieron detener el fuego enemigo, ni los pantanos, ni los innumerables ríos y riachuelos. Además, las unidades de zapadores e ingenieros demostraron su gran habilidad y preparación.
Los órganos políticos, las organizaciones del partido y del komsomol supieron unir a todos los comunistas y exaltar a las tropas a superar todas las dificultades.
Es imposible silenciar la circunstancia de que, durante el transcurso de la operación de Bielorrusia, el cuartel general prestó gran atención a nuestras proposiciones y solicitudes y apoyó cualquier iniciativa de provecho.
Todo esto, en su conjunto, contribuyó al éxito de la operación.
A continuación, una descripción de la preparación de la ofensiva del Vístula-Oder por el Segundo Frente Bielorruso (páginas 323-325):
Al preparar a las tropas para la ofensiva tuvimos presente las particularidades de la próxima operación. Se nos dio tiempo suficiente para la elaboración minuciosa del plan en el que participó el grupo de oficiales del estado mayor y el mando del frente, después los jefes de ejército, los jefes de sus estados mayores, los dirigentes de los órganos políticos, los jefes de todas las armas y de las retaguardias y servicios. Se tuvieron en cuenta las opiniones y proposiciones de interés. Una atención especial se prestó a los problemas de la cooperación en los enlaces de los ejércitos y la seguridad al introducir en el combate las grandes unidades móviles del frente y los segundos escalones. Se previó la maniobra a lo largo del frente con tropas y artillería y se pensó detalladamente cómo emplear mejor la aviación.
En el transcurso de los combates debíamos forzar el Vístula, un obstáculo de agua muy ancho. Se tomaron las medidas para, inmediatamente después de romper la defensa enemiga en el Narew, retirar de aquí todos los medios móviles de paso y trasladarlos con las tropas en ofensiva al Vístula. En el Narew se indicaba dejar sólo los puentes de madera fijos, construidos por nuestros zapadores en las cabezas de puente. Se preveía equipar a las tropas, como en la ofensiva de Bielorrusia, con todos los medios que pudiesen facilitar el avance por un terreno forestal y cenagoso. Por suerte, casi todas las grandes unidades pasaron por los combates de Polésie y tenían suficiente experiencia de operar en parecidas condiciones.
Los soldados, comandantes y adjuntos políticos estaban embargados por el entusiasmo y ardían en deseos de cumplir lo mejor posible la misión. Para este tiempo disponíamos de oficiales bien preparados, que poseían rica experiencia de combate. Los comandantes de todas las armas habían aprendido a dirigir a la perfección las secciones y las pequeñas y grandes unidades en los diferentes aspectos del combate. También estaban a la altura de la situación los comandantes de las tropas especializadas: artilleros, tanquistas, aviadores, Ingenieros y transmisiones. El pueblo soviético equipaba a las tropas con la cantidad suficiente del mejor material de guerra de aquel tiempo. La mayoría aplastante de sargentos y soldados ya eran veteranos en los combates, gente, como suele decirse, que «había olido la pólvora», fogueados, acostumbrados a las penosas marchas. Ahora les dominaba un solo deseo: acabar lo antes posible con el enemigo.
No les desconcertaban ni el peligro ni las dificultades, pero nosotros teníamos la obligación de pensar cómo proteger a estos magníficos hombres. Es triste y amargo perder soldados al comienzo de la guerra. Pero es tres veces más triste y amargo perderlos en el umbral de la victoria, perder unos héroes que han pasado a través de horribles experiencias, que han marchado bajo el fuego miles de kilómetros y durante tres años y medio han arriesgado la vida para con sus manos conquistar la paz para su querido país... Los comandantes y adjuntos políticos recibieron una orden categórica: ¡conseguir el cumplimiento de las misiones con las mínimas pérdidas y conservar cada soldado!
Los Consejos Militares del frente y de los ejércitos, las organizaciones políticas, el partido y el konsomol hicieron cuanto de ellos dependía para elevar aún más la moral combativa de los hombres y exaltarles a llevar a cabo grandes hazañas. Al prestar gran importancia en el combate a la iniciativa personal tratamos de hacer patrimonio de cada soldado los ejemplos de ingenio y sagacidad de los héroes de las pasadas batallas. El periódico del frente, las octavillas y las charlas de los agitadores se emplearon para la más amplia difusión de la experiencia en el combate, y es preciso decir sin ambages que, durante los últimos y culminantes combates, nuestros hombres dieron pruebas de auténtico heroísmo en masa. La hazaña se hizo norma en su comportamiento. Y esto fue un factor decisivo para alcanzar la victoria, glorificando por los siglos de los siglos al soldado soviético, al soldado-patriota, que amaba sin límites a su pueblo y a su patria soviética.
Como antes, se notaba insuficiencia de hombres tanto en las pequeñas como en las grandes unidades. Estaban más o menos completas aquellas que llegaron de la reserva del cuartel general: los ejércitos 2.° de Choque y 49º y 5º de Tanques. Los demás ejércitos y algunas grandes unidades se completaban, en lo fundamental, con soldados y oficiales que volvían después de curarse en los hospitales del frente y de los batallones de sanidad. En efecto, nuestros médicos eran unos héroes de la Medicina. Hicieron cuanto dependía de ellos para poner en pie a los heridos y darles la posibilidad de volver de nuevo a filas. ¡La más profunda reverencia por su preocupación y bondad!
En relación a la entrada del Ejército Rojo en Alemania, las palabras de Rokossovsky hablan por sí mismas (páginas 343-344 y 397):
Mucho antes de entrar en el territorio de la Alemania fascista examinamos en el Consejo Militar la cuestión sobre el comportamiento de nuestros hombres en tierra alemana. Los invasores hitlerianos trajeron tanto dolor al pueblo soviético, cometieron tantos crímenes horrorosos que el corazón de nuestros soldados rebosaba de justo odio hacia estos monstruos. Pero no se podía permitir que se diese rienda suelta al legítimo odio hacia el enemigo en una venganza ciega respecto a todo el pueblo alemán. Combatíamos contra el ejército hitleriano, pero no contra la población pacífica de Alemania.
Y cuando nuestras tropas pasaron la frontera de Alemania, el Consejo Militar del Frente publicó una orden en la que se felicitaba a los soldados y oficiales con motivo de este significativo acontecimiento y también recordaba que entrábamos en Alemania como soldados liberadores. El Ejército rojo había llegado hasta aquí para ayudar al pueblo alemán y librarle de la camarilla fascista y del narcótico con que envenenaba a la gente.
El Consejo Militar exhortó a los combatientes y comandantes a observar un comportamiento ejemplar y llevar muy alto el honor del soldado soviético.
Los comandantes y adjuntos políticos, todo el activo partido del konsomol explicaron incansablemente a los soldados la esencia de la misión liberadora del ejército del Estado soviético, su responsabilidad por el destino de Alemania, como también por el destino de los demás países que liberaríamos del yugo fascista.
Es necesario decir que nuestros hombres en tierra alemana dieron auténticas pruebas de humanidad y nobleza
(…)
Estábamos en Alemania. Nos rodeaban las esposas y los hijos, los padres y las madres de aquellos soldados que aún ayer marchaban contra nosotros con las armas en la mano. Hacía muy poco que esta gente huía embargada por el pánico al oír hablar de la aproximación de las tropas soviéticas. Ahora nadie huía.
Era suficiente que las tropas se detuviesen a vivaquear para que, alrededor de las cocinas de campaña de los soldados, se aglomerasen los hambrientos niños alemanes. Luego también se aproximaban las personas mayores. Sabían que los soldados compartirían con ellos todo cuanto tenían, lo compartirían con la generosidad rusa y la bondad de la gente que ha sufrido mucho y ha aprendido a comprender y valorar la vida.
Para terminar, la cuanto menos pintoresca descripción del encuentro entre las tropas soviéticas y británicas, en el que queda clara la superioridad en asuntos lúdicos del pueblo ruso (páginas 401-403):
El jefe del 3er Cuerpo de Ejército de Tanques de la Guardia, general A. P. Panfílov, el primero que tomó contacto con las tropas británicas, me entregó una invitación del mariscal de campo Montgomery. Al día siguiente un grupo de generales, oficiales y yo, partimos para Wismar. Antes de entrar en la ciudad nos recibieron los oficiales británicos con uniforme corriente de campaña, sólo que sin cascos, con boinas. Después de una breve ceremonia oficial nos acompañaron a la residencia de su jefe. Se notaba que los ingleses trataban de conceder al encuentro la mayor cordialidad posible, nosotros respondimos de igual modo.
He aquí el mariscal de campo Montgomery. Intercambiamos fuertes apretones de manos y felicitaciones con motivo de la victoria. Los ingleses cumplieron rigurosamente el ritual, retumbó una salva de artillería y se quedaron inmóviles las filas de la guardia de honor. Después de la ceremonia se entabló una animada conversación; los generales y oficiales británicos y los nuestros, tomaron parte en una conversación general que se mantenía con ayuda de los intérpretes y sin ellos. Montgomery se sentía a gusto; por lo visto se le contagió el estado de ánimo general.
Por supuesto, la entrevista no transcurrió sin fotógrafos, dibujantes y corresponsales, yo diría que demasiados. Mas quizá no había por qué sorprenderse, era el primer encuentro de los jefes militares de dos ejércitos aliados después de una guerra sangrienta de cuatro años contra el enemigo común: la Alemania fascista.
Una vez que todos nos presentamos unos a otros, el mariscal de campo nos invitó a una sala. Sobre las mesas había un piscolabis, pero no estábamos para esto; la gente, como antes, estaba absorbida por la conversación.
Al mariscal de campo y a mí nos fotografiaron cerca del mapa, colgado de la pared. Todos se fotografiaron unos con otros, solos y en grupos.
El encuentro fue cordial y nos dejó una buena impresión. Los oficiales británicos y el mismo Montgomery, resultaron ser en realidad más sencillos y comunicativos de lo que nos imaginábamos. Nos despedimos calurosamente y nos acompañaron los mismos oficiales, mandados por el general Bowis, comandante de una división de paracaidistas.
A la amabilidad respondimos con otra amabilidad e invitamos al mariscal de campo Montgomery y sus colaboradores. Se decidió llevar a efecto la recepción de acuerdo con la hospitalidad rusa.
En la guardia de honor formaron los cosacos del Kubán del 3er Cuerpo de Ejército de Caballería, mandado por Oslikovski, en formación a caballo con el uniforme completo de cosacos, que causaron a Montgomery y sus oficiales una gran impresión. Los ingleses acompañaron con miradas de admiración durante mucho tiempo a la bizarra caballería que se alejaba. Después de la ceremonia del recibimiento, los huéspedes fueron invitados a una gran sala, donde con habilidad y gusto se sirvió la comida. Sentados ante una mesa abundante (en la recepción inglesa tuvimos que charlar de pie), nuestros invitados se sintieron aún mucho mejor. La conversación adquirió carácter de intimidad y el mismo Montgomery, que al comienzo trataba de modo muy delicado de limitar el tiempo de su visita, dejó de consultar el reloj y de buen grado entró en la conversación general.
Como final, el conjunto de coros y danzas del frente dio un concierto. Y es justo decir que el nuestro era magnífico. Con esto cautivamos definitivamente a los británicos. Aprobaban cada número con ovaciones tan frenéticas que temblaban las paredes. Montgomery durante mucho tiempo no pudo encontrar palabras para expresar su admiración y entusiasmo.
Ya entrada la noche el mariscal de campo y sus oficiales se despidieron calurosamente.
Este encuentro conservó por mucho tiempo en nosotros el sentimiento de seguridad de que la gente de distintos Gobiernos, que hablan diferentes idiomas e incluso con diferente ideología, si lo desean pueden vivir en amistad, respetándose mutuamente.
Nuestros soldados estaban embargados por el júbilo, contemplaba sus rostros entusiasmados y me alegraba con ellos.
Resumiendo, una obra biográfica a la que hay que acercarse con cierto espíritu crítico y una dosis apreciable de paciencia, por todas las causas que he expuesto más arriba, y alguna que otra más que podéis encontrar en la reseña que adjunto a continuación.
Reseñas
http://www.hislibris.com/el-deber-de-un ... kossovsky/
Fuentes
http://www.casadellibro.com/libro-el-de ... 05/1145885
http://www.distriforma.es/Libro-DEBER-D ... 96364-90-5